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Tejeda

Localizada en la zona centro-oriental de la isla de Gran Canaria, Tejeda cuenta con una superficie cercana a los 104 km2, ubicándose en su territorio el punto más alto de la isla, el Pico de Las Nieves, que presenta una altitud sobre el nivel del mar de 1.949 metros. Linda al norte con los municipios de Artenara y Moya; al noreste, con Valleseco y la Vega de San Mateo; al sur, con San Bartolomé de Tirajana y Mogán, y, al oeste, con La Aldea de San Nicolás.

A Tejeda se puede llegar desde cualquier punto de la isla, siendo sin embargo la carretera del centro GC-15, que parte desde la propia capital de la isla, Las Palmas de Gran Canaria, la que permite el acceso más rápido y, a la vez, más cómodo. De esta manera, y atravesando los municipios de Santa Brígida y de la Vega de San Mateo, en un recorrido de aproximadamente 44 kilómetros, "surcando" extraordinarios paisajes, podemos llegar hasta Tejeda y adentrarnos en el mismo corazón de la isla de Gran Canaria. En la actualidad, el municipio cuenta con más de veinte barrios, siendo el casco de Tejeda su lugar central. Cuevas Caídas, El Carrizal, El Chorrillo, El Espinillo, El Juncal, La Solana o La Tosca son sólo algunos de ellos.

Este término municipal presenta unas características climáticas que varían notablemente según la altitud, la orografía y la orientación con respecto a los vientos alisios. Así, entre los 1.400 metros y la cota más alta, los 1.949 del Pico de Las Nieves, predomina un clima húmedo. Debido a la influencia ocasional de los vientos alisios en la cabecera de la cuenca de Tejeda, y favorecidas por una mayor altitud en los sectores culminantes del sur y del oeste municipal, las características climáticas varían hacía un clima subhúmedo.

En cuanto a la temperatura media anual, ésta se sitúa en torno a los 19º C, siendo la precipitación media anual de 700 mm.

Evidentemente, las citadas condiciones climáticas, unidas a la especial geomorfología, es decir, a los accidentes del terreno y a la topografía, proyectan en el territorio diferencias que se hacen palpables al observar el paisaje vegetal.

En la zona húmeda de cumbre domina el pinar canario (Pinus canariensis), con algunas zonas, también, de pino californiano (Pinus radiata). Acompañando a este ecosistema arbóreo, cohabitan otras especies de menor porte, como la retama amarilla (Teline microphylla), el alhelí de cumbre (Erysimum scoparium), la salvia blanca (Sideritis dasygnaphala) y la magarza de cumbre (Argyranthemum adauctum ssp canariense). Finalmente, y como consecuencia de una pretérita actividad pastoril, aparecen también algunos prados de diente.

En las zonas más altas del oeste y del sur, prosigue el dominio del pinar canario, aunque conformando bosques más abiertos, debido a la disminución tanto de las precipitaciones como de la humedad. El sotobosque se modifica igualmente, abundando sobre todo el escobón (Chamaecytisus proliferus ssp meridionalis), el codeso (Adenocarpus foliolosus var villosus), el jarón del sur (Cistus symphytifolius var symphytifolius), el jaguarzo (Cistus monspeliensis) y la tabaiba amarga (Euphorbia obtusifolia).

La Caldera de Tejeda exhibe el resultado de un pasado vulcanológico y los efectos ocasionados por los procesos de erosión, que han propiciado un espectacular relieve, fuertemente accidentado, agreste y de geoformas diversas.

Los grandes roques, símbolos de la isla: el Bentayga, el Nublo, el Fraile y la Rana; el enjambre de diques cónicos, inyectados hace siglos en la caldera y, actualmente, exhumados por el efecto de la erosión diferencial; los profundos barrancos, así como los verticales paredones, imprimen aún más fuerza a un paisaje que, a la vez que agreste, resulta poderosamente atrayente. En la zona se observan, además, todo tipo de rocas volcánicas: basaltos, plutones de sienita, mantos de ignimbritas, traquíticas y riolíticas, fonolitas, etc.

Fue en el ámbito en el que ahora se despliega esta extraordinaria caldera, donde hace aproximadamente unos 14,5 millones de años, se inició la construcción de un gran edificio volcánico en escudo, primer gran episodio de una apasionante historia vulcanológica insular. Dos elementos geomorfológicos singulares: el Roque Nublo y el Roque Bentayga, se constituyen así no sólo en reflejo del resultado de una silenciosa y devastadora labor de los agentes erosivos, que durante millones de años han realizado su trabajo denodadamente, sino en símbolos geológicos de la isla.

El Roque Nublo, cuya cima se eleva hasta los 1.813 metros, escoltado por otras dos geoformas originales ya mencionadas, como son El Fraile y La Rana, se erige como emblema de toda Gran Canaria. A su vez, el Roque Bentayga, fastuoso y espectacular pitón basáltico, se constituye en lugar de culto venerado en la antigüedad por los aborígenes canarios.

Según relatan las crónicas, antes de la toma de la isla por parte de las huestes castellanas, ésta estaba gobernada por diferentes caudillos, cada uno de los cuales dirigía un "estado" dentro de la que se denominaba isla de Tamarán. Así, revelan que, en esta zona, donde actualmente se localiza el municipio de Tejeda, gobernó un caudillo llamado Texeda, de quien se cree que proviene el nombre del municipio.

Tejeda cuenta con un importante patrimonio histórico-cultural, ya que posee significativos enclaves arqueológicos de alto valor. En el Roque Bentayga destacan las Cuevas del Rey, el almogarén del Bentayga y los grabados rupestres alfabetiformes líbicobereberes. Por un lado, tanto en la Mesa del Junquillo como en la Montaña del Humo sobresalen las cuevas-habitaciones y los silos o graneros, con la existencia, asimismo, de algunos grabados rupestres. Por otro lado, en la Solana del Pinillo se ubica un conjunto de cuevas de distinto uso: viviendas, silos y cuevas funerarias -un ejemplo singular de espacio doméstico lo constituye el yacimiento ubicado en Risco Chimirique.

Aunque muchos de estos antiguos poblados trogloditas fueron usados de forma continuada, otros sólo lo fueron temporalmente. Muchas de estas cavidades naturales están relacionadas con la actividad ganadera y con el aprovechamiento de los pastos por parte de los antiguos canarios durante la época veraniega, quienes deseosos de aprovechar los recursos forrajeros ofrecidos por el entorno, no dudaron en realizar traslados estacionales, argumento que subraya la importancia de la actividad ganadera entre los antiguos habitantes de la isla.

El casco de Tejeda se asienta en el fondo de esta gran depresión, a 1.050 metros de altitud sobre el nivel del mar, casi en el corazón de una impresionante geoforma volcánica que evoca los inicios de la génesis de la isla de Gran Canaria, y que ha significado, para muchos, una fuente de inspiración. Quizás sea la cita más célebre y mentada la del escritor y filósofo Miguel de Unamuno, quien definió este paisaje como "tempestad petrificada".

Tejeda nunca ha albergado un gran volumen de población -hasta el siglo XVIII no ve superada la cifra del millar-. La lejanía y las dificultades de comunicación respecto a los centros administrativos y económicos de la isla, hacían de Tejeda un lugar poco propicio para el asentamiento poblacional en el pasado. Sin embargo, la mejora de la infraestructura viaria y la preservación de este espacio idílico y tranquilo, convierten en la actualidad a este municipio en un destino preferente para aquellos que priman la calidad de vida que un entorno de tan especiales características ofrece.

Durante los siglos XVI y XVII, la economía de esta zona se apoyaba en la agricultura -cultivos de trigo, cebada y centeno-, en la ganadería -fundamentalmente, ganado ovino y caprino- y en la explotación del bosque, principalmente del pinar, de donde se obtenía la madera necesaria para la construcción de casas o para la industria naviera. Asimismo, se extraían carbón, tea y resinas, llamadas pez o brea. Con la introducción del cultivo del plátano, también se usó la pinocha para el empaquetado de esta fruta. Los siglos posteriores no fueron diferentes, salvo por la aparición de nuevas roturaciones ilegales de tierra, hecho que se originó por un aumento de la población y por la consecuente necesidad de ésta de disponer de más suelo.

La agricultura, la ganadería, la hostelería la construcción y la industria manufacturera -por este orden-, se establecen como los sectores que más empleo generan, en la actualidad, en este término municipal.

Hasta hace escasos años, los cultivos predominantes eran los de secano (especialmente, cereales y frutales), actualmente a la par con los de regadío. Así, hoy en día, podemos ver cómo destacan los cultivos de papas, hortalizas, legumbres, plantas forrajeras, cereales y frutales -mención especial merece el almendro-.

Si bien la agricultura sigue constituyendo un sector importante en lo que a la economía municipal se refiere, también ésta se ve acompañada por una interesante actividad ganadera, especialmente de ganado ovino y caprino, y por una no menos importante industria artesanal ligada a la repostería, que cuenta como principal ingrediente con la almendra. Es el sector terciario el que actúa como más importante dinamizador económico de este municipio, y que asienta sus pilares sobre la sólida base de un medio natural de alto valor ecológico, paisajístico, cultural y medioambiental, emplazado en el espacio insular de mayores dimensiones territoriales, que goza desde el 29 de junio de 2005 de la declaración de Reserva de la Biosfera.

El 98% del territorio de Tejeda se halla protegido por la Ley de Espacios Naturales Protegidos de Canarias, localizándose en su demarcación, ya sea en su totalidad, o en parte de ella, los siguientes espacios: la Reserva Natural Integral de Inagua, la Reserva Natural Especial de los Marteles, el Parque Rural del Nublo, el Monumento Natural Riscos de Tirajana, el Monumento Natural de Roque Nublo y el Paisaje Protegido de las Cumbres. En todos estos ecosistemas y ambientes se localizan una flora y una fauna de extraordinario interés, con endemismos exclusivos, como son el pinzón azul de Gran Canaria (Fringilla teydea polatzeki), que se restringe al Macizo de Inagua, o el mato risco (Globularia sarcophylla), especie rupícola que crece en los paredones de los riscos de Tejeda.
Además, haciendo gala de una oferta bien estructurada, Tejeda ofrece al visitante, además de su ya citado paisaje natural y cultural, una magnífica red de senderos, de la que, en esta guía, se muestra un buen ejemplo. Asimismo, deben destacarse sus fiestas populares, llenas de tradición y de folclore, como la que tiene lugar en febrero -fiesta del Almendro en Flor-, o la que en septiembre se celebra en honor de la Virgen del Socorro. Interesantes museos y centros de interpretación, como el Museo de Esculturas de Abraham Cárdenes, el Museo de Tradiciones de Tejeda, el Centro de Plantas Medicinales, el Museo Las Tres Cruces o el Centro de Interpretación del Parque Arqueológico del Bentayga, conforman, asimismo, una importante oferta cultural. La iglesia de Nuestra Señora del Socorro, en el casco de Tejeda, constituye una ecléctica construcción que guarda en su interior una magnífica talla de madera del Cristo de la Sangre, llegada a este templo a mediados del siglo XVII. El edificio muestra una arquitectura tradicional bien conservada en la que piedra, madera y teja se unen para forjar una construcción tradicional con influencia de tipologías mudéjar y portuguesa, pero con la impronta del sello isleño. Todo esto y mucho más se puede descubrir caminando por las calles de Tejeda o recorriendo sus ecosistemas, que no dejan a nadie indiferente.

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