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Villa de Santa Brígida

El municipio de la Villa de Santa Brígida está situado en las medianías bajas de la isla, en el sector noreste, entre los350 y los 940 metros de altitud. Colinda, al norte, por los Llanos de María Rivera, y al este, bordeando la Caldera de Bandama, con el municipio de Las Palmas de Gran Canaria; al noroeste, con Teror, por el Lomo de la Vizcaína; al oeste, con San Mateo, por la zona del Madroñal y, por último, al sur, por el Barranco de Las Goteras, con Valsequillo y Telde. Posee una superficie que se caracteriza por su forma irregular-rectangular, de 23,8 km2, el 1,53% del territorio insular. Se encuentra a una distancia de 14 kilómetros de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Este municipio es el más poblado de los que conforman la Mancomunidad de Medianías de Gran Canaria. Su importante crecimiento demográfico está relacionado con la función residencial que ha adquirido la Villa en los últimos años.

Se encuentran en este término, distintas muestras del vulcanismo insular: materiales antiguos descubiertos por la erosión, aglomerados de tipo Roque Nublo y edificios de las erupciones Post-Roque Nublo. Son varios los volcanes del último ciclo eruptivo insular que destacan en el paisaje. Entre los más importantes están: el volcán de Montaña de La Bodeguilla, el volcán de la Caldereta del Lentiscal, la Caldera de Pino Santo, y la Caldera de Bandama.

El paisaje se caracteriza por sus cuencas polilobuladas, sus laderas abruptas y el predominio de pendientes medias, sobre las que se desarrollan las vegas agrícolas.

Las condiciones climáticas están determinadas por una precipitación anual de entre 374-500 mm y una humedad relativa, alta durante todo el año, dada la continua presencia del mar de nubes. Las temperaturas fluctúan entre los 6º de mínima y los 29º C de máxima. Los vientos soplan flojos la mayor parte del año, aunque en los meses invernales aumenta su intensidad. Es frecuente el alisio, causante del mar de nubes en la parte alta del municipio; por el contrario, las invasiones de aire sahariano son escasas. El clima de tipo mediterráneo, con verano suave por la influencia de las brisas atlánticas, propició un temprano e importante desarrollo turístico en toda esta zona del Monte Lentiscal - Villa de Santa Brígida.

Como relictos del bosque termófilo, destacan las comunidades de acebuchales, almácigos y lentiscos, -este último es el que mejor se adapta a las condiciones xéricas de las vertientes de solana -. De igual manera, hay que realzar los magníficos ejemplares de dragos, caso del situado en el Barranco Alonso. En las pendientes se aprecian verodes, tajinastes, cerrajas, etc. Y en el fondo de barranco la palmera y el almácigo, este último en menor medida.

La palmera es una especie que aporta al municipio identidad y singularidad paisajística. En la Villa de Santa Brígida se conserva el segundo palmeral más frondoso de la isla. De la palmera proviene el gentilicio actual de "satauteños". Desde épocas prehispánicas "satautey" era el término utilizado para referirse a esta especie vegetal y a los pobladores de estos lugares. Es un ejemplar arbóreo muy útil en la artesanía: sus hojas se utilizan para hacer empleitas, tejidos, sombreros, alfombras, bolsos, esteras, etc.; el pírgano (nervio central de la hoja de la palmera) se aprovecha para los palos de las escobas.

Distintas figuras de protección se encuentran dentro de este espacio municipal. El Paisaje Protegido de Tafira abarca varios municipios siendo el 35% del mismo territorio satauteño. El 20% del Paisaje Protegido de Pino Santo, corresponde a suelo de la Villa de Santa Brígida. El Monumento Natural de Bandama, concretamente la caldera, se halla en el ámbito municipal, con una superficie del 15,8% del total. El palmeral de Satautejo, el Barranco de Las Goteras y los Altos de la Concepción, son también áreas protegidas.

Entre los cultivos introducidos destacan la caña de azúcar, en el siglo XVI, utilizada sobre todo para la fabricación de ron y de "panes de azúcar" en los ingenios de la época. En el siglo XVII se añadió el viñedo, dando lugar a un paisaje singular. Este cultivo se mantiene en la actualidad, sobre todo en la zona de Bandama y de Monte del Lentiscal. El vino de estos lugares tiene una reconocida fama, incluso fuera de la isla de Gran Canaria. El siglo XVIII se caracteriza por la introducción desde América, de la papa y de las tuneras (Opuntia cochinifera), utilizada esta última para el cultivo de la cochinilla, muy demandada en los mercados europeos para tintar. En los siglos XIX y XX, se desarrollaron en la Villa de Santa Brígida de manera relevante, frutales y plantas ornamentales, tanto para el mercado interior como para la exportación.

La historia de la Villa de Santa Brígida se remonta a finales del siglo XV, cuando se fundó el pequeño núcleo de población en la zona de El Espolón, próxima al Barranco Guiniguada. Presentaba el lugar un espectacular palmeral, del cual todavía quedan hoy magníficos ejemplares. Constituyó una auténtica despensa para la capital de la isla, pues sus fértiles suelos y su riqueza hídrica permitieron un gran desarrollo agrario.

Gracias a las visitas de Leopoldo Buch (1836) y de Olivia Stone (1887), y de los relatos que sobre Santa Brígida realizaron, el atractivo del municipio trascendió a los viajeros. Estos describían a la Caldera de Bandama como uno de los volcanes más importantes del mundo, por su profundidad y aspecto. Transmitieron, igualmente, los encantos de La Atalaya, en relación con sus características etnográficas (casas-cuevas, habitantes, alfarería, etc.). En la obra de Olivia Stone, primera guía turística de Canarias, se describen extensamente los paisajes de La Atalaya y de Bandama. Origen de esta difusión nacieron en el municipio varios hoteles, entre ellos, el Hotel Santa Brígida, el Quiney o el Bella Vista Hotel. Durante el siglo XX y hasta la actualidad, el visitante acude al municipio, interesado por la loza artesanal que realizan las mujeres de La Atalaya, por visitar la caldera, buscando el interés paisajístico que posee la zona, así como por las costumbres, fiestas locales, mercados, etc. de la Villa de Santa Brígida.

Se encuentran diseminados por el municipio barrios con solera como: El Gamonal, La Angostura, La Atalaya, El Madroñal, Monte Lentiscal, Pino Santo Alto, Pino Santo Bajo, Lomo Espino, Las Meleguinas, San José de las Vegas, Las Goteras (compartido con Telde) y Llanos de María Ribera (compartido con Las Palmas de Gran Canaria). En La Atalaya, se ubica el conocido poblado alfarero.

Entre las fiestas del municipio destaca la del Rosario, que se celebra el primer sábado de agosto. En esta onomástica se conmemora el triunfo de las tropas españolas sobre Van der Doez. En julio, se festeja la Traída del Barro en La Atalaya, que constituye uno de los principales eventos lúdicos de la Villa. Otras festividades importantes del municipio son la de San Antonio de Padua (junio), Nuestra Señora de la Salud en Pino Santo Alto (agosto), la Bajada al Velero, en la que se acude al lavadero del barrio de Las Meleguinas (agosto), Los Finaos (noviembre), el Corazón de Jesús en El Gamonal (junio), la Virgen de Fátima en Pino Santo Bajo (mayo), Nuestra Señora del Carmen en Las Meleguinas y La Angostura (julio), El Cristo en La Atalaya (septiembre) y la fiesta de la Virgen del Pilar en El Madroñal (octubre) .

La Villa posee un rico patrimonio artístico, encabezado por la iglesia de Santa Brígida, construida en 1522 sobre las cenizas de la antigua ermita. El templo es de estilo neogótico.

En la Villa de Santa Brígida la gastronomía canaria está muy presente: ricos platos de carnes a la parrilla, potajes de verduras y exquisitos caldos que encontramos en restaurantes, mesones y bodegas con tradición canaria, donde se ofrece un ambiente y entorno muy agradable que invitan a degustar su comida y buenos vinos. Entre los productos gastronómicos más reputados del municipio se encuentran los bizcochos lustrados, las salchichas Mano de Hierro, el gofio del lugar y los vinos del Monte Lentiscal, que tiene su propia ruta por las bodegas de la región.

La tranquilidad que el municipio ofrece, la escasa distancia con la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y las buenas comunicaciones existentes, han hecho de la Villa de Santa Brígida un lugar en el que ubican su residencia aquellos quienes buscan mejorar su calidad de vida.

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