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Ruta 28: La Bodeguilla - La Atalaya

La Bodeguilla - La Atalaya

CARACTERIZACIÓN GENERAL. La ruta que parte desde La Bodeguilla hasta La Atalaya transcurre entre la Vega de San Mateo y la Villa de Santa Brígida. Al llegar a La Atalaya, se propone realizar un recorrido de gran importancia etnográfica.

El recorrido se desarrolla en su mayor parte por carretera -antaño senderos-, aunque la belleza del paisaje y los elementos naturales y culturales que iremos encontrando a lo largo del mismo harán de esta ruta una delicia para nuestros sentidos.

La Bodeguilla se sitúa entre la montaña del mismo nombre y el Lomo de Los Silos, a lo largo de una estrecha divisoria que separa dos barrancos. El paisaje en este tramo es eminentemente agrícola, y la vegetación arbustiva y arbórea es la propia de un espacio antropizado, con especies vinculadas al aprovechamiento humano -castaños, higueras, almendreros o cañaverales en los lugares más húmedos-, junto con otras especies de sustitución que han colonizado espontáneamente aquellas superficies en las que ya no se cultiva, -las vinagreras (Rumex lunaria), muy extendidas, y la tabaiba amarga (Euphorbia obtusifolia)-.

A medida que descendemos, observamos las extensas vegas agrícolas, la perteneciente a la Vega de San Mateo y a la Villa de Santa Brígida (Vega de Enmedio). Este paisaje de medianías, integrado en la gran cuenca del Guiniguada, refleja el carácter agrícola que aún conserva esta comarca.

Durante nuestro recorrido, podemos contemplar algunos elementos geomorfológicos peculiares, como son los aglomerados Roque Nublo, entre los que destaca el denominado Las Tres Piedras, seña de identidad para los satauteños y referente paisajístico para el caminante.

Finalizando el segundo tramo llegamos al barrio de La Concepción, perteneciente a Santa Brígida, que enlaza sin discontinuidad con el de La Atalaya. Estos barrios siguen manteniendo la impronta de su pasado. Terrazas de cultivos e infraestructuras hidráulicas se combinan con casas de tipología tradicional en La Concepción, si bien las buenas comunicaciones por carretera han propiciado la construcción de nuevas viviendas unifamiliares, de líneas arquitectónicas modernas, que se mimetizan e integran en este privilegiado entorno. La Atalaya es otro barrio que ha mantenido su carácter tradicional y donde todavía podemos percibir la importancia que como núcleo locero grancanario, tuvo hace siglos.

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Plano del camino

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Perfil del camino

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Descripción del camino

Tramo 1: La Bodeguilla - Cruz del Gamonal

Partimos del casco de la Vega de San Mateo, tomando como punto de referencia el mercado agrícola del municipio. Bajamos la calle hasta encontrarnos, a mano derecha y a unos 360 metros, un cartel indicativo de la desviación hacia La Bodeguilla.

Durante aproximadamente 2 km vamos por una carretera asfaltada hasta llegar al barrio de La Bodeguilla. El recorrido hasta este punto lo podemos realizar en coche o caminando, pues aquí comienza la ruta propiamente dicha. El camino lo iniciamos en el lugar donde se encuentra una parada de guaguas, junto a una escuela infantil. Tomamos la desviación de la izquierda, un corto tramo con firme de cemento que cambia a pista de tierra, que asciende en ligera pendiente y que transcurre a los pies de la Montaña de La Bodeguilla. A unos 50 metros del punto de partida pasamos junto a una vivienda tradicional.

Durante este tramo y parte del siguiente - hasta llegar a la altura de la Cueva de los Gatos-, caminamos por una divisoria que separa dos vertientes bien diferenciadas paisajísticamente. Al sur, el paisaje vegetal está constituido por matorral de sustitución en el que predominan las retamas amarillas (Teline microphylla) junto a otras especies arbóreas como eucaliptos, una puntual pero llamativa repoblación de pinos foráneos y acebuches, especie predominante del antiguo paisaje vegetal de esta vertiente de solana. Al norte, el paisaje comprende la denominada cuenca del Guiniguada, paisaje antropizado de carácter agrícola con poblamiento disperso. La amplia extensión de territorio que podemos disfrutar durante este tramo nos permite delimitar visualmente la parte media de la mencionada cuenca.

Finaliza el primer tramo en la conocida Cruz del Gamonal, claramente referenciada por tres cruces de madera situadas junto a una cantonera, arquitectura hidráulica del pasado, utilizada para la distribución de las aguas y como abrevadero. En este tramo hemos recorrido unos 1.400 metros desde La Bodeguilla o unos 3.300 metros si partimos de la Vega de San Mateo.

Tramo 2: Cruz del Gamonal - La Atalaya

A partir de aquí, el recorrido hasta La Atalaya se realiza sobre asfalto. Desde la Cruz del Gamonal seguimos de frente, siempre por la carretera. Hasta llegar a Las Tres Piedras, el material geológico sobre el que caminamos es brecha volcánica del aglomerado Roque Nublo, del que podemos observar ejemplos en llamativos afloramientos rocosos como El Gurugú; la Montaña del Bermejal corresponde a un material volcánico anterior, aislado, por tanto, por la brecha volcánica.

Debemos acercarnos al mirador que vamos a encontrar a la izquierda de nuestra marcha, desde el que podemos disfrutar de una excelente panorámica que alcanza desde la cumbre hasta la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Pasado este mirador, a unos escasos 100 m y en una curva cerrada a la derecha, tomamos el camino de tierra que encontramos de frente, el cual nos conduce a Las Tres Piedras, curioso ejemplo de la erosión diferencial. Desde aquí, podemos retomar el camino hasta llegar a la carretera o bien seguir avanzando hasta alcanzar esta vía más adelante, evitando así 500 metros de asfalto.

En poco tiempo, llegamos a la urbanización de La Concepción, donde se encuentra la ermita del mismo nombre, construcción religiosa catalogada como Patrimonio Histórico Artístico: de configuración arquitectónica sencilla, la nave central que se conserva en la actualidad se halla en su original estado; está formada por paredes de cantería que procedían de la cantera de La Atalaya. El techo de estilo mudéjar acoge un púlpito de madera e imágenes policromadas de La Concepción y de San Francisco de Paula, que dieron el nombre a la ermita, en la actualidad propiedad privada. Sirvió de enterramiento a las víctimas de la epidemia del cólera en 1851, hecho que en la actualidad se puede constatar cuando se pasa por delante de la ermita, ya que en la fachada de la misma se ven antiguas lápidas que recuerdan el trágico suceso.

Una vez aquí, giramos a la derecha para continuar la bajada por la carretera que conduce hacia el barrio de La Atalaya por el ca¨mino de El Estanco, siempre de frente hasta encontrarnos al final con un cruce; tomamos hacia la derecha hasta llegar a la iglesia de este popular barrio alfarero.


Recorrido por La Atalaya

La elaboración de artesanía con técnicas rudimentarias en el poblado de casas-cuevas-talleres de La Atalaya constituye un valor extraordinario, y su pervivencia posibilita que los visitantes puedan acceder al conocimiento del pasado de este territorio, máxime cuando se trata de la zona industrial por excelencia que abastecía a la totalidad de la isla en relación con los elementos básicos del hogar, prácticamente hasta bien entrado el siglo XX.

La loza tradicional de Gran Canaria, dentro de su contexto social y cultural, tiene en La Atalaya de Santa Brígida uno de los puntos más destacados de referencia, donde en la actualidad perdura la tradición artesanal. A ello hay que añadir la importancia arquitectónica e histórica de ciertas construcciones artificiales que todavía se conservan en La Atalaya: las casas-cuevas, los talleres abiertos por el hombre en la toba volcánica y los hornos de antigua construcción. A este respecto, sabemos que los aborígenes de Gran Canaria aprovechaban la dúctil estructura de la toba para la fabricación de sus viviendas. Quizás, lo que primero salta a la vista durante nuestro re¨corrido es el trazado que presenta este poblado de cuevas, ubicadas por doquier, y que seg˙n referencias escritas del siglo XVIII, llegaron a habitar más de doscientas familias dedicadas a esta tradición industrial artesanal, de la alfarería, labor que ha pervivido durante siglos y que constituye en la actualidad un tesoro del patrimonio cultural isleño.

Para iniciar este itinerario tenemos dos opciones: por un lado, el camino que, a través de la calle La Picota, nos adentra en el poblado en dirección norte y, por otro, la entrada que delante de la plaza de la iglesia de San Pedro comunica al barrio con el •rea sur del poblado alfarero.

El camino de La Picota nos lleva directa¨mente al Centro Locero de La Atalaya y al alfar de Panchito. El Centro Locero, lugar de reunión de todos aquellos que quieren conservar las señas de identidad del poblado, se presenta como punto de encuentro y de aprendizaje de aquellas técnicas que ya los antepasados prehispánicos emplearon en la elaboración de la cerámica. La casa-museo del alfar de Panchito, padre de todos los alfareros "talayeros", nos hace retroceder en el tiempo, al entrar en una vivienda que conserva perfectamente la decoración de las habitaciones según su función, la ubicación de los elementos y utensilios en el taller para elaborar la alfarería, e incluso el patio central con las plan¨tas y animales que siempre tuvieron su residencia allí. El barro, la arena de barranco y el almagre, traído de la cumbre, forman parte de tales elementos, junto con las lisaderas o piedras de barranco, que podemos encontrar en el taller de Panchito.

El sendero continúa por el interior del poblado, siempre sobre un suelo empedrado, hasta alcanzar el sitio conocido como Lugar El Lomito. Aquí debemos tomar hacia la derecha, camino al horno; mediante unas escaleras accedemos a un parque mirador desde donde podemos apreciar magníficas vistas del Barranco de Las Goteras y del asentamiento rural conocido como La Culata.

Continuando por nuestro sendero, y antes de visitar la cueva-taller de María Guerra, "la Quem•", dejamos a nuestra izquierda el Horno Viejo. La presencia de los hornos, como elemento ligado a la actividad artesanal, nos recuerda su uso mancomunado por parte de varias familias alfare¨ras. El Horno Viejo, en las proximidades de la cueva de María y el Horno Nuevo, en el patio del Centro Locero conforman un patrimonio restaurado recientemente, rico y completo de dicha actividad artesanal.

La visita a la cueva-taller de María Guerra significa, además del anuncio del final del sendero, la posibilidad de presenciar de cerca la importancia arquitectónica e histórica de construcciones artificiales abiertas por el hombre en la toba volcánica, lugar de morada y de trabajo, herencia de muchas generaciones alfareras que vieron producir la vajilla que se consumía en to¨dos los hogares de la isla, elaborada con técnicas procedentes del neolítico. Allí, podemos comprobar que se trata de una cerámica totalmente funcional, adaptada a las necesidades domésticas de las familias rurales aunque, en la actualidad, se produzca otra variedad con fines turísticos.

La frecuente presencia de hijas, nietas y biznietas de alfareras a lo largo de nuestro recorrido, sentadas en la roca delante de sus casas, ilustrar• el itinerario ya que ellas, con su conversación, son las verdaderas transmisoras de la identidad local. Se trata del último taller en activo que a˙n se conserva en el extremo norte del poblado al¨farero. En Èl, tanto María como Juana, su hermana, esperan ansiosas la llegada de algún visitante: "Todavía lo recuerdo, cuando llegaban como si fuera hoy. Aparecían por el Puente de Las Goteras en coches piratas y nosotras al verlos venir preparábamos el taller y la loza. Ya en nuestras cuevas, les decíamos, ¡un peni, un peni!, para ver si nos daban algo de dinero".

Habla María de aquellos turistas de los años 40 del pasado siglo y de la excursión "La vuelta al mundo", cuando el pintoresco barrio de La Atalaya era lugar de visita obligada. Con la ayuda de los más jóvenes de la familia, almacenan el barro para poder elaborar las cada vez menos piezas, que llevan luego a las ferias de artesanía. Los bernegales, las jarras para el gofio, las tinajas para los frutos secos y los tostadores para el grano son, entre otras, las piezas elaboradas que luego llevan a cocer al horno viejo.

Información adicional de la ruta

Alfarería tradicional: la familia alfarera

La alfarería constituye uno de los oficios más antiguos de la Humanidad. Está relacionado con la aparición del fuego y con la necesidad de conservar los productos que recolectaba el hombre primitivo -el aborigen, en el caso canario-. La técnica prehispánica consistía en realizarla sin ayuda de torno, sólo a mano. En Gran Canaria, donde la cerámica recibe el nombre de loza, hay tres lugares muy afamados por su alfarería: La Atalaya de Santa Brígida (ver ruta de La Atalaya), Hoya Pineda en Gáldar y Lugarejos en Artenara. Todos ellos se caracterizan por poseer buena arcilla, almagres cercanos, arena de barranco y abundante leña para el cocido.

Los lugares de trabajo solían ser las cuevas de tobas volcánicas y de aglomerados Roque Nublo, materiales fáciles de trabajar. El alfar de trabajo, habitualmente propiedad de la locera, solía situarse en cuevas anexas a la propia vivienda o cercanas a ella. Era un oficio mayoritariamente realizado por las mujeres.

Sólo hace falta esperar a que el día alcance las 16:00 horas, aproximadamente, para poder realizar el pequeño recorrido por el interior del conjunto de viviendas que en algún momento nos recuerdan a un "zoco marroquí," y contemplar in situ ese otro patrimonio reinante en el poblado. Hablamos de un rico patrimonio intangible representado por aquellas mujeres, hijas, nietas o bisnietas de alfareras, que cada tarde difunden sentadas en las "toscas" ubicadas en el exterior de cada vivienda, la historia del día a día en un poblado donde reinó la pobreza y la alfarería se convirtió en un medio de subsistencia. Nos referimos a personas ya ancianas, para quienes, en la actualidad, la alfarería forma parte de su pasado. María Guerra, Juana Guerra, Carmen, la nieta de Juana Vega, Teodora Rivero, Carmen Dávila, nieta de Juana Narcisa, y Faustinito Santana, yerno de Cho Dolores Benítez son, entre otros, aquellos vecinos que nos encontramos a lo largo del recorrido y que nos ayudan a entender la realidad de una población que fue punto de referencia para los primeros turistas científicos de la isla de Gran Canaria.

Rescate de tradiciones: la Traída del Barro

Anualmente, y con motivo de las fiestas en honor a San Pedro de La Atalaya, los "talayeros" suben a la zona conocida como La Concepción y recuerdan los días en que los alfareros buscaban el barro para luego almacenarlo para todo el invierno en el taller.

La primera cita tiene lugar a las 13:30 horas, cuando el grupo de participantes se re˙ne en La Picota para saborear la gastronomía del lugar antes de emprender, prácticamente dos horas después, el ascenso a La Concepción, acompañados, eso sÌ, al son de la banda de música, que ayuda a olvidar el calor reinante, y ataviados con la camiseta distintiva del acto. "Es la mejor de las fiestas populares de la isla", nos comenta uno de los vecinos del lugar y organizadores del evento. Son muchos los lugareños que, si bien no participan, sÌ se acercan para observar de cerca la tradicional Traída del Barro. Alrededor de las 16:00 horas, una vez que la gente se coloca en círculo y que el agua comienza a salir, los participantes empiezan a revolcarse sobre el barro hasta bien entrada la tarde. La llegada de la brisa procedente del alisio anuncia que es hora de retirarse y de ir bajando hacia el poblado.

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