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Inicio >> Tejeda >> Cruz de Tejeda - Aserrador (Ruta nº11)
Ruta 10: Artenara - Cruz de Tejeda

Cruz de Tejeda - Aserrador

CARACTERIZACIÓN GENERAL. Es la cruz que se ubica en este cruce de carreteras la que da nombre a este emplazamiento, Cruz de Tejeda. Se desconoce con exactitud en qué fecha fue levantada, en este mismo lugar, la cruz originaria; en cualquier caso, la que hoy podemos apreciar es reciente en el tiempo, fechada en 1971. Está realizada con piedra de Arucas y es obra del artista grancanario Santiago Santana.

Este itinerario se traza sobre una geoforma o relieve culminante en el que destacan los materiales geológicos pertenecientes al ciclo Roque Nublo (II ciclo magmático), relieve residual caracterizado fundamentalmente por situarse por encima de los 1.400 metros. Las unidades geomorfológicas más relevantes son, al oeste, la gran Caldera de Tejeda, cerrada por un fuerte escarpe que vamos dejando en gran parte del recorrido a nuestra derecha; hacia el noreste, a la altura de la Degollada de Hoya Becerra, la cabecera del Barranco del Guiniguada y, más hacia el sur, los Llanos de La Pez y de Pargana (rocas de tipo basáltico), además de la plancha aglomerática del Roque Nublo (brecha Roque Nublo).

Ésta es una zona potencial de pinar canario (Pinus canariensis), que hasta no hace mucho (década de los 50 del pasado siglo) fue fuertemente explotada y que ha sido recuperada en gran medida en la actualidad, gracias a las repoblaciones llevadas a cabo. Los Llanos de La Pez, topónimo que nos traslada a los tiempos de la explotación del bosque en la cumbre de la isla, fue históricamente lugar no sólo de aprovechamiento pastoril sino, además, maderero, aspecto que viene refrendado por diversas fuentes históricas, así como por algún que otro topónimo como el que da nombre al lugar de llegada: Cruce del Aserrador.

Relatan doña Maruca y su marido, don Luis Quintana, moradores de la casa que encontramos al llegar al Cruce del Aserrador que "...aún en esos años 40 y 50 llegaba gente muy pobre a casa a cambiar a mi suegro, don José Toribio Quintana Ramos, brea, carbón y pinocha, por vales para comer... la pinocha era después vendida a fincas de plataneras de Arucas para el empaquetado de los plátanos...".

Don Luis Quintana nos habla sobre los pinos que aserraban los arrieros contratados por su padre, don José Toribio Quintana Ramos, quien trabajaba "incluso los fines de semana" en un pinar de su propiedad, y que luego eran llevados en bestias hasta Tejeda, para, con posterioridad y en camiones, transportarlos a Las Palmas de Gran Canaria.

Don Luis cuenta que "...muchas puertas, ventanas y balcones de Vegueta fueron elaborados con esta madera...". La antigua tienda de aceite y vinagre que albergó la vivienda, y que durante años acogió veladas de tertulias y conversas, cerró en la década de los 80. El antiguo molino de gofio, emplazado a unos cien metros de la casa, junto a la carretera, tras pasar la curva en dirección a Tejeda, se desmorona actualmente como un testigo olvidado del tiempo.

Sin embargo, como ya hemos apuntado, toda la zona por la que caminaremos, es área potencial del pinar canario que antaño cubrió grandes extensiones de la cumbre grancanaria. Junto con esta especie arbórea conviven otras de porte herbáceo, subarbustivo y arbustivo, bien adaptadas a este ecosistema, como retamas amarillas (Teline microphylla), codesos (Adenocarpus foliolosus) y escobones (Chamaycitisus proliferus) - especies muy vinculadas a la actividad ganadera-, tomillos (Gen. Micromeria) o el alhelí montuño (Erysimun bicolor). El paisaje vegetal actual difiere algo del originario, existiendo otras especies introducidas, en especial, pinos foráneos que fueron plantados sobre todo en las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo.

Entre la fauna que habita estos bosques debemos resaltar la presencia de aves características de estos ambientes, como el picapinos o pájaro carpintero, el pinzón vulgar, el aguililla, el cernícalo, el cuervo, el bisbita caminero o el herrerillo. Es probable que podamos ver algunas de estas aves durante nuestra marcha.

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Plano del camino

(Pulse sobre el plano para ampliar) Plano del camino

Perfil del camino

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Descripción del camino

Tramo 1: Cruz de Tejeda - Degollada de Hoya Becerra

Este camino se inicia en el Cruce de Tejeda, entre el restaurante Asador Grill y un pequeño puesto de productos típicos. Entre ambos locales parte un ancho sendero en dirección sur que, en su inicio, se encuentra perfectamente empedrado, y por el que debemos comenzar a ascender.

En un primer cruce, evitamos la bifurcación que aparece a la derecha, llegando así, entre codesos, retamas y algunos castaños hasta un muro de piedra que, a la izquierda de nuestra marcha, cierra una finca.

Llaneando -con unas extraordinarias panorámicas del Roque Nublo, del Bentayga, de la Montaña de Altavista y de la Mesa de Acusa, entre otros- alcanzamos una vivienda que dejamos a la derecha, virando en dirección SE y caminando sobre pista. En una curva cerrada que gira a la izquierda, la abandonamos en sentido contrario, entrando en una senda que se inicia a la derecha, y que nos lleva hasta la carretera, por la que continuamos bajando (dirección SSE).

Una nueva casa a la derecha de la vía nos indica que debemos dejar ésta y volver a tomar el sendero, subiendo por una pista hormigonada hasta la vivienda. Al pasar a la izquierda de ésta, obviando el pequeño trillo que asciende por el lomo, seguimos por el camino que, a la izquierda, prosigue paralelo a la carretera. Este sendero empedrado, en el que un castaño parece cerrar el paso, nos acerca hasta la Degollada de Hoya Becerra.

Tramo 2: Degollada de Hoya Becerra - Roque Nublo

Desde este mirador (aparcamiento) ascendemos por un camino de tierra algo difuso (dirección sur) para, de nuevo, llaneando y andando entre pinares, acercarnos a una casa que se sitúa a la izquierda de nuestra marcha.

Pasando esta vivienda observamos el empedrado que baja hacia el barrio de La Culata (enlace ruta 15). Continuamos hasta la carretera, para subir por una senda que remonta a la derecha, ladera arriba, entre vegetación de porte arbustivo, principalmente, retama amarilla. El firme presenta afloramientos rocosos, debido a la erosión.

Por encima, junto a una tubería, el camino atraviesa el pinar, hasta llegar a una pequeña arqueta (infraestructura asociada al agua). A partir de aquí, seguimos de frente en dirección SE -debemos tener cuidado de no escoger el sendero que parte a la izquierda de nuestra marcha-.

La senda se prolonga bordeando la Montaña del Andén del Toro. Pasando una pequeña cueva, volvemos a encontrar una bifurcación de caminos empedrados. Marchamos entonces por el de la derecha, que se adentra en la zona de pinar. Continuamos por este camino ancho hasta llegar a una pista de tierra que cruzamos, siempre en dirección S-SO, hasta que volvemos a encontrarnos de nuevo con la pista. Giramos por ésta a la izquierda (dirección SE) hasta la carretera principal asfaltada que cruza los Llanos de La Pez. Aquí vuelve a cambiar el rumbo de nuestra marcha: debemos virar en dirección SO y por la pista hormigonada, acercarnos hasta el campamento de El Garañón.

Marchando por esta pista, entre frutales y pinos, nos encontramos con una nueva intersección. Tomamos a la derecha (PR GC- 60 con destino a La Goleta) una pista que se estrecha hasta convertirse en un angosto camino que desciende hasta el muro de la Presa de Los Hornos, que cruzamos para volver a subir hasta la carretera asfaltada. Al llegar, bajamos por ella en dirección SO-O hasta alcanzar la Degollada de La Goleta (enlace ruta 12), inicio del sendero que asciende hasta el Roque Nublo.

Tramo 3: Degollada de La Goleta - Roque Nublo - Cruce del Aserrador

Este tramo, que comienza en el aparcamiento del sendero que conduce hasta el Nublo, se empina serpenteante -hay que evitar el desvío que a medio camino gira hacia la derecha- hasta la degollada que separa el majestuoso Roque Nublo y el no me-nos vistoso Roque de El Fraile. Justo en esta degollada -si lo deseamos podemos primero acercarnos hasta el Nublo-, seguimos bajando en dirección oeste, dejando al Nublo a nuestra derecha hasta encontrar de nuevo un cruce de caminos. Cogemos a la izquierda (dirección S-SO) para adentrarnos en una pequeña cuenca hidrográfica. Transitamos sin dificultad entre pequeños muros de piedra seca, para a continuación ascender por un firme rocoso. Volvemos a descender hasta el cauce que seguimos por una estrecha vereda hasta llegar a una pequeña presa -Presita de La Embocada-, utilizada para regar los cultivos que se localizan ladera abajo.

Mirando hacia este pequeño embalse de agua, vemos que nuestro sendero gira a la derecha (dirección O-SO). Cruzamos primero el cauce de un pequeño barranquillo e iniciamos un ascenso, disfrutando de unas impresionantes vistas del Risco de Chimirique al suroeste y del Risco del Laurel al este. Bordeando la ladera suroccidental de la Montaña del Aserrador, y tras unos cinco minutos, emprendemos una bajada algo pronunciada, que nos lleva hasta una explanada, en donde observamos un depósito de agua tapado. Desde aquí, en dirección NO y por la carretera asfaltada, llegamos al Cruce del Aserrador, final de nuestra ruta.

Información adicional de la ruta

Hornos de brea

En realidad debemos hablar de dos módulos: un horno y un vaso receptor. Estas dos estructuras troncocilíndricas se situaban a diferente nivel y estaban separadas entre sí por unos dos metros, aunque comunicadas a través de un conducto.

Entre los siglos XVI y XIX existió en Gran Canaria una prolífera actividad maderera. Ligada al desarrollo de la construcción y a la reparación naval, la brea se convirtió en un producto muy demandado para la impermeabilización de los barcos.

La madera resinosa del pino canario (la tea) era quemada en estos hornos. De esta combustión se obtenía un líquido denominado brea, que se deslizaba desde el horno superior por efecto de la gravedad a través de la canalización que unía las dos estructuras. Una vez enfriado y solidificado, era metido en cajas y llevado a la costa sobre animales de carga.

Aún en la actualidad, existen algunos topónimos en Gran Canaria que hacen referencia a esta pretérita actividad, como por ejemplo, los Llanos de La Pez o Montaña de Los Hornos.

El pino canario (Pinus canariensis)

El pino canario, endemismo de las Islas Canarias, es por sus características considerado como un ejemplar único en el mundo. Se trata de un vestigio de la Era Terciaria, un regalo que la naturaleza ha mantenido vivo en estas islas.

Su hábitat en Gran Canaria se extiende por todo el ámbito de cumbre. Forma bosques monoespecíficos, más densos en la vertiente norte que en la sur, en donde, sin embargo, baja metros en cota hasta llegar fácilmente hasta los 600 m.s.n.m.

Estos árboles pueden llegar a medir hasta 30 metros de altura y pueden vivir durante siglos, resistiendo altas y bajas temperaturas, sobreviviendo incluso a incendios forestales, todo ello gracias a una gruesa y húmeda corteza y a unas raíces que saben conservar muy bien la humedad.

Sus hojas perennes y aciculares se presentan en vainas de tres. Sus flores masculinas se disponen en espiga y, las femeninas, en conos solitarios. Las piñas pueden ser de hasta 20 centímetros y las semillas tienen alas membranosas (piñones).

Con sus hojas afiladas retienen gran cantidad de humedad, "ordeñando" prácticamente las capas de niebla y manteniendo las gotas de agua en sus ramas mucho tiempo antes de dejarlas caer suavemente al suelo. También, retienen agua a través de su gruesa y esponjosa corteza. Así, se crea bajo el pino una zona húmeda y fresca.

Sus hojas, al caer al suelo, forman un mantillo de materia orgánica (la pinocha) que, a su vez, retiene el agua caída del árbol e impide que la ya filtrada se evapore al salir el sol. Esta capa vegetal nutre y enriquece el suelo, además de constituir el hábitat de pequeños microorganismos.

En el pinar habitan muchos seres vivos; aves como el picapinos (Dendrocopos major ssp. than-neri), el pinzón vulgar (Fringilla coelebs ssp. tintillon) o el herrerillo (Parus caeruleus ssp. teneriffae), además de gran diversidad de insectos; a su sombra crecen, también, otras especies vegetales, algunas de las más comunes: los tomillos (Micromeria spp), la retama amarilla (Teline microphylla) o la jara (Cistus symplytifolius).

Con sus fuertes raíces intervienen en la creación de suelo, reteniendo a éste y evitando así catástrofes naturales como las avalanchas o la pérdida de tierra causada, principalmente, por las fuertes lluvias que pueden originar cárcavas, cicatrices que darían paso a procesos erosivos. Por otro lado, entre sus bondades, cabe señalar, asimismo, la de regular los niveles freáticos de las aguas subterráneas.

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