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Inicio >> Valsequillo >> Cuevas Blancas - Tenteniguada (Ruta nº21)
Ruta 19: Picogorra - Tenteniguada

Cuevas Blancas - Tenteniguada

CARACTERIZACIÓN GENERAL. Si hay una palabra que describe esta ruta es la de "diversidad". Partiendo de la cumbre de la isla se llega a uno de los rincones más hermosos del este grancanario: la Caldera de Tenteniguada.

Desde el flanco más septentrional de la misma se desciende por la cabecera de uno de los barrancos más ricos en flora de la zona. Los grandes paredones de rocas basálticas dan lugar a un paisaje donde los escarpes se abren paso entre laderas de fuerte pendiente que mueren en barrancos encajados. Las vistas del recorrido son de una calidad insuperable. Se obtienen amplias panorámicas de todo el este y el norte de Gran Canaria, además del sector cumbrero. Si el día está despejado se puede ver incluso el Teide desde el tramo opcional que sube a la trasera del Roque Saucillo.

Comienza el sendero en un entorno de singular belleza. Nos situamos ante la Presa de Cuevas Blancas, una de las más antiguas de la isla, en cuyos alrededores existe un frondoso pinar. Son varias las infraestructuras hidráulicas que se encuentran a lo largo de este camino, dedicadas al almacenamiento o al transporte del agua, como estanques, aljibes y acequias.

Es este espacio frontera sur de la influencia del mar de nubes. El pinar, gran captador de la lluvia horizontal de los vientos alisios, conserva la humedad que retienen las acículas de las hojas y las piñas. La humedad ambiental es pues elevada y las nieblas frecuentes.

En el pinar domina el pino canario (Pinus canariensis), en una formación que es la más representativa de la isla, y existe un sotobosque que varía en función de la exposición, pero que está integrado fundamentalmente por retamas amarillas, codesos y gamonas, entre otras especies. En los árboles, abundan los líquenes y, en el suelo, los hongos. En los tramos medios y finales la variedad florística es muy rica, siendo las especies más destacadas los sauces (Salix canariensis), los acebuches (Olea europeae ssp. Cerassiformis), los bicácaros (Canarina canariensis), los tomateros silvestres (Solanum lidii), los pasteles de risco (Greenovia aurea) y los tajinastes azules (Echium callithyrsum), entre otras. Con suerte, podemos observar en los riscos la legendaria flor de mayo leñosa (Senecio hadrosomus), la misma que el científico Enrique Sventenius, creador del jardín botánico Viera y Clavijo de Las Palmas de Gran Canaria, buscó incesantemente por estos riscos a mediados de los años 60 del siglo XX.

La diversidad de materiales encontrados a lo largo del recorrido es patente desde el primer momento en que comienza la ruta. Abundan lavas de fonolitas, brecha volcánica Roque Nublo, coladas de basalto, depósitos sedimentarios y coluviones, así como pitones volcánicos, como el Roque Saucillo o el Roque Jincado, formados por fonolitas haüynicas.

Al llegar al Roque Jincado, o "Peñón Rajado", como lo llaman los lugareños por su singular forma, vemos una mina de agua abandonada, de interés etnográfico. Ésta se encuentra junto a un estanque excavado en la roca, cuya entrada se halla totalmente taponada por desprendimientos causados por un fuerte temporal que desmanteló parte del roque. En ella trabajaron muchas personas del barrio y en los aledaños de la misma, todavía se encuentran restos de la que fue una intensa labor minera -trozos de raíles, bidones de combustible, etc.-. Tiene esta mina una historia particular que ha quedado guardada en la memoria de los vecinos más ancianos de El Rincón, pues un tiro de dinamita acabó con la vida de uno de los trabajadores, mientras que muchos otros resultaron heridos.

El agua es un elemento fundamental en esta ruta, ya que ha modelado el paisaje como si de las manos de un escultor se tratara. Barrancos encajados y arroyos surcan cada uno de los rincones por los que el camino pasa. Con las lluvias del otoño y del invierno, el agua corre por doquier.

En el barrio de El Rincón confluyen varios factores que hacen de él un pueblo rural de primer orden. La amabilidad de sus gentes, el buen trato que dispensan a la naturaleza, el mimo que dan a la agricultura, el legado que muestran sus artesanos, la firmeza de la arquitectura tradicional en sus viviendas, así como la viveza de su folclore y de sus costumbres de la mano de sus fiestas, hacen de este entrañable lugar un espacio ideal para pasear y disfrutar en contacto directo con la naturaleza.

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Plano del camino

(Pulse sobre el plano para ampliar) Plano del camino

Perfil del camino

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Descripción del camino

Tramo 1: Presa Cuevas Blancas - proximidades de la Cruz del Saucillo

Comenzamos este tramo justo enfrente del embalse de Cuevas Blancas, desde donde parte un camino de tierra que también marca el principio de la ruta de La Pasadera (Ruta 27). Marchamos a la izquierda desde el comienzo del sendero, mientras caminamos en el límite de un pinar, siguiendo un trazado paralelo a la carretera.

Dejamos progresivamente el pinar a la izquierda, avanzando entre matorral de retamas amarillas (Teline microphyla) de gran porte. En la zona en la que se despeja el retamar -antes de llegar a una construcción que avistamos en dirección noroeste- continuamos el camino por la derecha, para luego ascender unos metros y pasar junto a un conjunto de alpendres-cueva, situados al pie de la construcción que veíamos anteriormente. Tomamos una pista ancha de tierra, en cuya próxima intersección nos desviamos a la derecha, en dirección a una nueva zona de pinar de repoblación que se va adentrando en el camino.

Tramo opcional

A unos 600 metros desde el cruce, llegamos a una explanada colonizada por un conjunto de pinos (Pinus radiata)(1), donde abandonamos la pista, que dejamos a la derecha, para tomar la vereda que asciende en dirección noroeste, entre pinos y retamas.

Aunque debemos salvar una pronunciada pendiente y el trecho se presenta algo confuso, compensan con creces las impresionantes panorámicas que obtenemos al llegar a un afloramiento rocoso situado al borde de la degollada, donde el Roque Saucillo se deja ver desde otra perspectiva -avistamos su cara sur-; si el tiempo acompaña, podemos distinguir en el horizonte el noroeste de Gran Canaria e, incluso, la isla vecina, Tenerife, en la que asoma el majestuoso Pico del Teide (3.718 m).

(1) Esta especie de pinos se distingue a simple vista del pino canario (Pinus canariensis) por presentar una forma más redondeada, copa más ancha y sólo dos acículas.

Tramo 2: Prox. de la Cruz del Saucillo, Roque Jincado

En torno al conjunto de pinos que da inicio al tramo opcional, dejamos la pista, para desviarnos a la derecha e ir en paralelo a un barranquillo, pasando junto a un horno de brea en perfecto estado de conservación. Volvemos a retomar la pista más adelante, pero serán continuos los atajos que la abandonan y que salen por la izquierda en las curvas más cerradas. No aconsejamos escoger los atajos, pues pueden desorientarnos. Siguiendo la vereda estrecha que aparece próxima a un rellano, descendemos por una fuerte pendiente en dirección noreste, dejando un cono volcánico cubierto de picón a la izquierda. Cuando el camino se une nuevamente con la pista, accedemos a otra veredilla que comienza junto a un grupo de castaños (Castanea sativa) para continuar la bajada con rumbo este, teniendo de frente los Grandes Roques de Tenteniguada y, a nuestra espalda, el Roque Saucillo. Al llegar a un pequeño conjunto de codesos (Adenocarpus foliolosus), continuamos la marcha por la izquierda, siendo los castaños los que, más adelante, volverán a marcar nuevamente el camino. La presencia humana y su histórica vinculación con las actividades agrícolas tradicionales en esta zona, se hace notoria con la presencia de un estanque, que dejamos a la izquierda, y de cultivos inactivos.

Un bancal abandonado nos sirve de referencia en un paso algo confuso del camino, donde confluyen varias veredas. Debemos seguir por la última de la derecha, esto es, por la que discurre más próxima a la ladera de la montaña. Tras cruzar una pequeña barranquera, avanzamos rumbo sureste entre tajinastes azules (Echium callithyrsum), salvias (Sideritis dasignaphala) y retamas amarillas. La vereda se va haciendo progresivamente más estrecha al entrar en contacto nuevamente con un pinar y, zigzagueando por ella, llegamos finalmente al Roque Jincado.

Tramo 3: Roque Jincado - El Rincón

Descendemos por la izquierda del roque, aunque debemos detenernos para deleitarnos con su caprichosa forma así como con los ejemplares de bicácara (Canarina canariensis) que aparecen a su pie. Es importante prestar atención al camino, pues en esta zona se inicia el tramo más duro del itinerario. No obstante, el recorrido se va sosegando tras pasar junto a un profundo estanque que se encaja en el terreno. Desde aquí, apreciamos con más calma los impresionante paredones que, en época de lluvia, se moldean a través de los numerosos caideros de agua que en ellos se forman. Además de las especies ya mencionadas, se dejan ver a partir de este punto acebuches (Olea europaea ssp cerasiformis) y pitas (Agave americana).

Sobresaliendo en el relieve, encontramos dos pequeños montículos; el primero de ellos, debemos bordearlo por la derecha, para después avanzar por la degollada hasta el siguiente morro, que nuevamente abandonamos, tomando dirección sureste.

Descendemos por una estrecha vereda y, al llegar a unos alpendres situados junto a un grupo de almendreros, cruzamos a la izquierda. Pasados cinco minutos, volvemos a la derecha, llegando a una pista hormigonada que, entre estanques y fincas agrícolas, baja por el Barranco de La Coruña hasta las casas de El Rincón.

Información adicional de la ruta

El bicácaro (Canarina canariensis)

Planta herbácea perteneciente a la familia de las Campanuláceas, que cuenta con tres especies, siendo la Canarina canariensis un endemismo de las islas centrales y occidentales, incluyendo a Gran Canaria.

Habita normalmente entre los 300 y los 1.100 m de altitud, en lugares sombríos, húmedos y de suelos con abundante humus. Es un bioindicador de la laurisilva, fayal-brezal y sabinar.

Esta planta cuenta con una particular raíz tuberosa, gruesa y profunda, con presencia de tallos ramificados y colgantes que alcanzan los tres metros de largo. Desde el inicio del camino pueden deleitarse con el colorido de las flores -florecen entre noviembre y mayo-, que son llamativas no sólo por su color rojizo o anaranjado sino por su forma acampanada. Era ya conocida por los aborígenes, debido a que su fruto es una baya comestible de alto valor nutritivo y de dulce sabor cuando está maduro. En algunas ocasiones, se utiliza como planta decorativa en jardines.

Artesanos y artesanas

Cuenta el espacio de la Mancomunidad de Medianías de Gran Canaria con un gran número de artesanos, oficio heredado de sus padres y estos de los suyos, por lo que son actividades tradicionales que el relevo generacional ha sabido salvaguardar y mantener. Algunos oficios tienen sus raíces en la Prehistoria, como la cestería de junco y caña y algunas labores de palma.

La artesanía suponía la realización de todos aquellos objetos que eran necesarios para la vida cotidiana, como cestos, empleitas, ropas, traperas, etc., así como para las labores agrícolas, como yuntas, arados, seretos, fuchas, hoces, etc.

La cestería de caña y mimbre fue un oficio muy demandado en tiempos pasados, ya que con los grandes cestos creados por estos artesanos se transportaban infinidad de objetos dentro del ámbito rural, agrícola y doméstico. Eran muy importantes para la recolección y el traslado de frutas y de hortalizas en épocas de cosecha. Hoy en día, muchos ganaderos y agricultores de estas zonas siguen utilizando las cestas para, entre otras cosas, cargarlas con frutas, papas o comida para los animales.

Las mujeres se dedican, sobre todo y entre otros oficios, a la realización de objetos con hojas palma, -de las cuales se aprovecha principalmente el palmito, la hoja más tierna de la palmera de color blanquecino-, de centeno y de junco. Suelen realizar, principalmente, esteras (alfombras), serones (sacos especiales que se amarran a los burros para trasladar distintos objetos; antiguamente, entre otros usos, se utilizaban, también, para trasladar a los pequeños lechones o cabritos), pequeñas cestas, costureros, sombreros de todas las islas, pulseras, bolsos, empleitas para quesos, cubre mesas y toda clase de objetos.

Para todas estas labores, las principales herramientas de trabajo son las propias manos de los artesanos, quienes con esfuerzo y esmero, pujan por mantener vivas las tradiciones de nuestra sociedad canaria.

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